Descripción
Enamorada del cine y con la ilusión de cambiar el mundo, poco después de terminar el colegio Vicky Murphy armó las valijas y se mudó a Cuba. Allí, rodeada por la cosmopolita, muy diversa comunidad de estudiantes llegados de todos lados, descubrió que había algo capaz de enamorarla aún más: la cocina. Fue un nuevo salto de fe: para desplegar toda su potencia transformadora debería desandar caminos que en torno a la comida había transitado la mayor parte de su vida, desnaturalizar hábitos, romper taras y prejuicios. Desarmar ese preconcepto (social; de clase y también de género) al que llamamos “gusto”. Sacarse de encima la mediación del supermercado y de las autoridades culinarias. Investigar, probar y aprender de nuevo. Sumar otros sabores y texturas; descubrir combinaciones. Entender que se puede desayunar brócoli si te dan ganas, mezclar papas y chocolate o ponerle pimienta a la banana.
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